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El origen español de los cowboys en el salvaje oeste

La tergiversación de la historia por Hollywood

Que no te la cuelen: conoce el origen español de los cowboys en el salvaje oeste

Lejos de la realidad que nos han querido enseñar las películas de Hollywood, el origen de los vaqueros en el salvaje oeste se remonta hasta las orillas del Guadalquivir

La cultura vaquera en los Estados Unidos procede de España. FOTO: CLOVIS3 PIXABAY

  • ALFONSO MASOLIVER

CREADA11-02-2021 | 14:27 HÚLTIMA ACTUALIZACIÓN05-10-2021 | 16:02 H

¡Hijo de una perra sarnosa, me las pagarás! ¡Quiero verte reventar de cólera, de rabia, de viruela negra! ¡Desátame, desátame, hijo de una hiena desátame! Mira, todavía estás a tiempo... si me dejas ir te perdono, y si no, ¡te veré con gusanos en los ojos!”. Cuando uno escucha esta sarta de delicias escapar de entre los labios de Tuco, el feo, después de que un jovencísimo Clint Eastwood lo atase de pies y manos para entregarlo al sheriff del condado, no podemos evitar pensar que detrás de semejante maestría en el idioma de las imprecaciones se encuentra un secreto. Uno que no nos han contado y, si alguna vez lo hicieron, fue muy bajito, como un susurro, cuidándose mucho de que lo oigamos con claridad. Porque detrás de la industria cinematográfica estadounidense y sus múltiples ofertas turísticas relacionadas con los vaqueros del siglo XIX, los cowboys y los rufianes, se esconde una verdad que no han querido contarnos.


Que no te la cuelen. Cuando acabe la pandemia del coronavirus y quieras visitar un escenario de cualquier película del salvaje oeste, o vayas a un parque temático de Orlando y te subas en una atracción donde aparezcan revólveres y diligencias, que no te la cuelen. El origen de los pistoleros que tienen pinta de oler a pólvora y tabaco de mascar está aquí, en España. Concretamente a las orillas del Guadalquivir.

Un ejercicio de historia

En realidad no era difícil descubrir el telón. Bastaba con hacer números. Digamos que el territorio que llamamos “salvaje oeste” no era otro que los estados que hoy conocemos como California, Arizona, Tejas y Nuevo Méjico, que fueron incorporados a los Estados Unidos después de la guerra mexicano-estadounidense en 1847. Antes de esto, conformaron parte de la república federal de Méjico desde su independencia con respecto a España en 1821. Por tanto podríamos confirmar con una seguridad casi absoluta que los territorios que recrearon el oeste americano no son otros que aquellos dominados por los colonizadores españoles durante casi trescientos años. Teniendo en cuenta que las escenas que desarrollan nuestras películas de vaqueros favoritas ocurren entre mediados del siglo XIX y el término de la Guerra de la Secesión, no sería un disparate imaginar que un amplio espectro de la población en estos territorios era española o, en todo caso, descendiente de los colonos españoles.


Los Dragones de Cuera españoles también han sido señalados a la hora de indicar el origen estético de los cowboys. FOTO: AUGUSTO FERRER-DALMAU

Una vez abrimos la puerta a este descubrimiento - tarea que nos facilitan obras de ficción con personajes hispanos, como pueden ser las películas de El Zorro o las aventuras noveladas de El Coyote - la información entra sin trabas y a raudales por nuestra puerta del conocimiento. No existe ninguna opinión contraria entre los expertos frente a la idea de que el idioma español era hablado por un amplio espectro de la población del oeste de los Estados Unidos a mediados del siglo XIX.

¿Acaso no se había preguntado el lector por qué en las películas de época vemos al este de Estados Unidos como una sociedad refinada al estilo anglosajón, mientras los personajes del oeste se tratan de figuras guiadas por los ideales del honor, los juramentos a Dios y los ajustes de cuentas entre familias? ¿O puede ser que el lector nunca leyó La familia de Pascual Duarte? Por qué no iba a ser el oeste salvaje, impredecible, exótico para los propios norteamericanos, si no era porque las bases culturales entre uno y otro extremo del país fueron distintas.


La estética cowboy no es original

Hasta su masificación en términos poblacionales a principios del siglo XX, el salvaje oeste era considerado por los estadounidenses como un territorio peligroso, prácticamente estéril y a grandes rasgos deshabitado, una región donde las oportunidades eran muchísimas, gracias a la cantidad de tierras sin dueño a disposición de cualquiera. Los propietarios extendían sus dominios en forma de haciendas, un sistema ya conocido en Andalucía, donde los terratenientes son dueños de extensos campos dedicados al pastoreo, y ya practicado en otras regiones americanas de corte españolizado, como pueden ser Argentina o Colombia. Esto quiere decir que las grandes propiedades en el salvaje oeste seguían un esquema casi idéntico al que se seguía en España, con todas las consecuencias que la organización territorial de una región pueda acarrear a la cultura de la zona.



¿Parecería un vaquero en Estados Unidos, no es así? En realidad es un agricultor que atraviesa un campo cultivado de colza en un terreno cercano a Quintana del Castillo (León).

Pero nuestra verdad que indagamos hoy va más allá. Hasta tocar la pura estética del vaquero. ¿Cómo imaginamos a un vaquero norteamericano? Viste un sobrero de ala ancha de cuero, chaparreras de cuero sobre los pantalones y camisa resistente, carga con un bigote, revólver rápido y sangre caliente. No creo que haga falta decir que la vestimenta que acabamos de dibujar procede de los vaqueros que pastorean desde hace siglos en el valle del Guadalquivir. Y que fue introducida en América durante las colonizaciones españolas masivas en el siglo XVI; las chaparreras las habían traído de casa, por así decirlo. Incluso los famosos caballos mustang del oeste deben su nombre al término de mesteño que les otorgaron los españoles.


Los cowboys proceden de los californianos, que a su vez proceden de los españoles y criollos que aprovecharon las enormes extensiones del Virreinato de Nueva España para pastorear su ganado. Como ocurrió pocos siglos antes con los bucaneros franceses que se transformaron en piratas, muchos ganaderos californianos se transformaron en bandidos. Igualitos a los de las películas, con asaltos a trenes incluidos. Recubiertos con esas prendas de cuero curtido que nacieron en Castilla y Andalucía.

Un meticuloso giro en la historia

Mencionar la leyenda negra española es casi como hablar de Maradona en 1986, repetitivo. No creo que haga falta detenerse en ella para reconocer que anda metida en el ajo, y podríamos señalarla como máxima culpable de este olvido ridículo de la influencia española en los Estados Unidos. Diríamos que el proceso de borrado de los españoles en el “salvaje oeste” siguió una minuciosa e inexorable propaganda llevada a cabo por los norteamericanos, obsesionados como viven por forjarse una Historia sobrecargada de influencia anglosajona y - últimamente - africana en exclusiva.


Retrato de de Jesse James a los 14 años o, lo que es lo mismo, antes de que se ciñera un revólver a la cintura. La mitificación de figuras criminales de ascendencia anglosajona facilitó el olvido de la cultura española en el salvaje oeste.

El primer paso fue lógico: conquistar (o anexionarse, como dicen por allí) los territorios que antes pertenecieron a México y que llamaron el salvaje oeste, en una útil estrategia de propaganda donde se aseguraban tierras, oro y oportunidades para los desdichados anglosajones que migrasen hasta allí desde la costa este. Es bien conocido que la mejor forma de ocupar efectivamente un territorio consiste precisamente en la inmigración. La cultura de fuera, la anglosajona, se asienta paulatinamente en un nuevo territorio cuya cultura, la española, es extraña y peligrosa para los recién llegados. Con el paso de los años y las generaciones, el número de anglosajones supera al de descendientes de hispanos hasta asfixiarlos por completo. Durante el proceso se crearon celebridades del estilo de Jesse James, Billy el Niño o Wyatt Earp, todos ellos de ascendencia anglosajona, de manera que el mundo de fuera no veía la realidad que fluía en el terreno sino la realidad que se les mostraba en sus hogares, es decir, los rostros de los famosos forajidos de piel paliducha y mechones de pelo rubio.


¿Podríamos decir que la cultura española en el oeste americano se olvidó incluso antes de ser eliminada? Podríamos. Habría que bajar al séptimo círculo del infierno para preguntarle a Billy el Niño a cuántos hombres apellidados García, Hernández o Gómez atravesó con sus balas de plomo.

Conquista del territorio, una ocupación intensiva por los anglosajones, apropiaciones culturales en un país recién formado y cuya cultura no es más que un batiburrillo de la europea, racismos varios contra mejicanos, negros y criollos, fueron los ingredientes utilizados para tapar - que no borrar - la huella española en el oeste americano. Así encontraríamos a comienzos del siglo XX como numerosos hombres y mujeres con nombres hispanos se los cambiaban para encajar en esta sociedad artificiada. Un ejemplo conocido lo encontramos en el asturiano Prudencio García, un muchachito que migró a Misuri en 1907 y que pasó a llamarse Pete pocos años después. Llegó a arbitrar tres partidos en el Mundial de Fútbol de 1950. Por tanto no lo olvides la próxima vez que viajes al oeste, no dejes que te la cuelen: estarás pisando una tierra moldeada, en su grado más íntimo, por vaqueros españoles que arrastró a través del Atlántico la corriente del Guadalquivir.

Found by: C. Campos y Escalante

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